Los tiempos en los que
organizarte un pequeño huerto, para
consumo propio de tomates, pimientos u otras especies de hortalizas, era el
planteamiento de quien disponía de un poco de terreno o una terraza. En este momento, lo más
innovador es cultivar tus propias
flores
comestibles para enriquecer todos tus platos.
Las flores
comestibles se han usado en la gastronomía de las civilizaciones más
antiguas y en todas las épocas. Griegos y romanos, hindúes o chinos, en el gran
imperio de Carlo Magno o en las cortes de los siglos XVI y XVII, en todas estas
mesas se contaba con el colorido y el sabor de diferentes ejemplares de flores comestibles.
Pero, incluso la cocina más modesta cuenta con recetas de
brócoli, coliflor, alcachofa o un toque de azafrán, todas ellas modalidades
distintas de flores comestibles.
Aparte de las saludables aportaciones
nutricionales de muchas de ellas, lo que es indiscutible es que proporcionan un
aroma y colorido muy especial a cualquier plato.
Sin embargo, hay que tener cuidado porque no todas las
plantas cuentan con flores comestibles.
De hecho hay algunas que pueden resultar verdaderamente tóxicas, además de los
productos químicos que pueden llevar incorporados en forma de pesticidas y
otros tratamientos que se les hayan aplicado.
Por eso, si queremos degustar en nuestros platos de el toque
especial que proporcionan amapolas, begonias, caléndulas, capuchinas, claveles,
crisantemos o gladiolos, por solo citar algunos de los muchos tipos de flores comestibles que existen, lo
mejor es cultivarlas nosotros mismos, así disfrutamos de su belleza y sabor sin
peligro.