Los franceses, con una de las culturas más íntimamente
ligada a la jardinería, definen a
los jardines como aquellos espacios
dedicados al cuidado de diferentes especies vegetales con única finalidad de
que sirvan para el disfrute de su contemplación.
Esta idea nos sirve de punto
de partida para enfatizar la importancia que ciertos trabajos de jardinería tienen para que estos
lugares luzcan su mejor aspecto.
Uno de los elementos que más influye en el enraizamiento y
posterior evolución de cualquier especie de planta es el terreno en el que se
ubican, el suelo del jardín. Aunque es cierto que hay ejemplares adaptados a cualquier calidad de
sustrato, también lo es que los jardines
implantados sobre suelos arcillosos son los que más problemas tienen para salir
adelante.
Y es que, los jardines
de terrenos arcillosos son más difíciles de manipular y presentan deficiencias
muy serias en materia de drenaje, siendo este punto esencial para que las
raíces de los distintos ejemplares plantados vivan con la humedad que precisan,
sin exceso que conduciría a su pudrición o carencia por la que se secarían.
Para conseguir mejorar la calidad de los suelos más pobres de
los jardines es importante cavarlos,
airearlos e incorporales materias orgánicas extra para que aumente la cantidad
de nutrientes que proporcionan a sus plantas. Una curiosidad, las lombrices son
unas excelentes aliadas para esta tarea de ventilación de los suelos de los jardines. Salvo en el caso de las
explanadas de césped natural, en el resto de plantaciones las excavaciones de
estos pequeños animales son una ayuda inmejorable.
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