El verdadero rasgo diferencial entre un jardín zen y cualquier otro tipo de jardines es que los jardines
japoneses están ideados para la meditación y la relajación. Esto quiere decir
que en su diseño no solo se atiende al aspecto estético, sin duda también
importante, sino que hay que combinar una serie de elementos para encontrar un
equilibrio y una armonía que se transmita a quienes lo contemplen y disfruten.
En su país de origen, un jardín zen es algo tan esencial que todo el mundo cuenta con uno,
que, además, puede diseñar cada persona a la medida de sus gustos y
necesidades. Porque este tipo de jardines
en su concepto más amplio, se pueden montar en un mínimo espacio de dos metros
cuadrados y ubicarse en el interior de una vivienda.
Para recrear un jardín
zen es imprescindible contar con determinados elementos: rocas, grava,
arena, pantas y agua. La combinación de todos ellos, siguiendo unas reglas
minuciosamente determinadas, entre las que destaca la asimetría como una
característica distintiva de estos jardines.
Y es que, un jardín
zen busca imitar a la Naturaleza por lo que debe dibujarse como un espacio
con fluidez y movimiento, en el que las formas sinuosas, las curvas, las
diferencias de alturas deben protagonizar el ambiente. Si contratamos el
proyecto a una empresa especializada en el diseño de estos jardines, es una buena idea que se pueda realizar un fotomontaje o
un diseño por ordenador de nuestro jardín
zen, para que estudiemos bien cómo quedaría, antes de empezar con las
obras.
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